Se va la voz de Cartagena y los Montes de María


Carlos Cataño Iguarán cierra su ciclo tras 35 años contando la vida del Caribe en Noticias Caracol
Por Arnaldo Castillo Andrade.
@arnaldocajr
Se va de las cámaras, pero no del corazón de la gente. Carlos Cataño, el rostro amable y la voz templada que por más de 35 años narró la vida de Cartagena, Bolívar, y la subregión de los Montes de María en Noticias Caracol, le dice adiós a los micrófonos. O tal vez no. Porque hay despedidas que no son silencios, sino ecos que siguen vivos en cada calle, en cada historia que ayudó a contar.
Era inevitable. La voz del periodista que tantas veces inició sus reportes diciendo “desde Cartagena o desde cualquier municipio del departamento de Bolívar” se quebró esta vez para decir “gracias”. Y al otro lado de la pantalla, miles también dijeron “gracias” sin pronunciar palabra. Porque 35 años informando no caben en una sola entrevista, pero sí en una vida entera.
La emoción lo desbordaba, pero no perdía la compostura. “He recibido solo gestos de cariño”, dijo en vivo, como quien no quiere hacer alarde. Pero lo cierto es que lo suyo no fue un trabajo, fue un compromiso con la región, con su gente, con esa Cartagena diversa, luminosa y a veces dolida que él aprendió a narrar sin estridencias. Su periodismo fue siempre eso: cercano, sensible, honesto.
Carlos no evitó hablar de lo que le dejó huellas. “Me marcó mucho la violencia en los Montes de María”, confesó, con la voz cargada de memoria. Fue testigo de masacres, de desplazamientos, de un país que se partía en pedazos mientras él intentaba contarlo con el respeto que merecían las víctimas. “No tendría valor para volver a vivir eso”, dijo. Y no fue debilidad, fue humanidad pura.
Pero nunca se quedó en el dolor. Siempre apostó por la reconciliación, por tender puentes desde las palabras. Porque entendió que el periodista no solo narra, también acompaña. Y Carlos supo estar allí, al lado de los que sufrían y de los que celebraban, con el mismo compromiso.
En esta despedida también apareció otro nombre que merece aplausos: Don Julio, su camarógrafo de toda la vida. Más de 32 años juntos, más de 43 en el oficio, caminando las mismas calles, montando los mismos equipos, cargando la noticia entre los dos.
Carlos lo presentó como se presentan a los hermanos. “He aprendido mucho de este maestro”, dijo. Y Don Julio, que casi nunca aparece frente a cámara, habló con el corazón en la garganta. “Hoy conseguimos lo que siempre soñamos: una pensión”, expresó. Pero ninguno habló del final como un adiós, sino como una continuación. Porque quienes han contado la vida de los demás por tanto tiempo, no pueden dejar de vivirla intensamente.
A Carlos Cataño no lo describen los premios —aunque los tiene— ni las menciones. Lo describe la forma en que los cartageneros, bolivarenses y montemarianos lo saludan en la calle, el respeto con el que lo recuerdan quienes alguna vez lo vieron llegar con un micrófono. Era de esos periodistas que primero preguntaban cómo estaba la gente, y después prendían la cámara.
Él mismo lo dijo: “Donde llego encuentro personas que hablan bien de mi trabajo”. No lo decía por vanidad, sino con gratitud. Porque su mayor reconocimiento ha sido el cariño del pueblo.
La televisión pierde hoy a uno de sus rostros más cálidos. Pero Cartagena gana un ciudadano más libre, más sabio, que podrá ahora caminar sus calles sin afán, tal vez con una cámara invisible que ya no graba noticias, sino momentos.
“No hay ex periodistas”, dijo al final. “Siempre seremos reporteros de la vida”. Y en eso, Carlos tiene razón. Su voz seguirá resonando cada vez que alguien recuerde lo que fue ver las noticias con él al frente. Porque a veces, el periodista no solo informa: también acompaña, también consuela, también inspira.
Gracias, Carlos Cataño. Por contar lo que a veces nadie quería contar, por mostrar lo que muchos no veían, por hacer del periodismo un acto de amor a la tierra y a su gente. Que esta nueva etapa le devuelva en paz todo lo que nos dio en palabras.
Desde cada rincón de los Montes de María —de San Juan, El Carmen, Ovejas, San Jacinto, María La Baja, Zambrano, Córdoba, Chalán y muchos más— sus televidentes y periodistas montemarianos le damos las gracias por su voz solidaria, por su respeto en la tragedia, por su compromiso con la verdad y por enseñarnos que el periodismo también puede sanar. Esta tierra no lo olvida.